El gran tesoro
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Salmo 73: 25-26 - 
A quién tengo en el cielo sino a ti? Te deseo más que cualquier cosa en la tierra. Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre.
En muchos momentos de la vida, cuando se atraviesa por momentos de prueba, incertidumbre o angustia es válida una pregunta: ¿ha valido la pena el seguir al Señor y servirle – el sacrificar a la familia por Él? Quizás uno ve el éxito de fulano o mengano que nunca han querido saber de Dios, lo han rechazado abiertamente… y pareciera que todo les sale bien, tiene salud, dinero, amor, se da cuanto gusto quiere… pero en tus cálculos mentales, lo que invertiste, ofrendaste,  más lo que sacrificaste…  pareciera que las cuentas no salen y entonces piensas que las cosas no han salido bien.

La Biblia habla de un caso similar, el salmista Asaf cayó en una trampa, comparó su realidad con la de otros y pensó que tal vez no valía la pena seguir al Señor: dijo ¿Conservé puro mi corazón en vano? ¿Me mantuve en inocencia sin ninguna razón?  En todo el día no consigo más que problemas; cada mañana me trae dolor, para luego llegar a  pensar en la posibilidad de abandonar su santidad y la fe… para ser aceptado y ser como los demás.

En su crisis, el salmista medita y registra: Entonces me di cuenta de que mi corazón se llenó de amargura, y yo estaba destrozado por dentro.  Fui tan necio e ignorante, debo haberte parecido un animal sin entendimiento.  Sin embargo, todavía te pertenezco; me tomas de la mano derecha. Y al igual que el salmista, cuando nosotros entramos en conflicto, ante una crisis, el dolor o la prueba… uno se adentra y medita más que nunca… no quiere que las palabras hieran, sin embargo, analiza todo desde otra perspectiva. Él dijo: Traté de entender por qué los malvados prosperan, ¡pero qué tarea tan difícil!  Entonces entré en tu santuario, oh Dios, y por fin entendí el destino de los perversos.

Fue una gran lección para Asaf. Al entrar al santuario… bajo el pacto y no la gracia, Jesucristo no había muerto por la humanidad, él buscaba a Dios y en esos momentos de soledad y dolor, aprendió en primer lugar la realidad del juicio para los que han decidido vivir una vida sin temor de Dios. Pero también aprendió que el verdadero tesoro en la tierra es conocer al Señor.

Si, querido amigo, amiga… cuando uno atravieza una prueba con Dios, las cosas son diferentes porque la paz que sobrepasa todo entendimiento protege la mente. Uno conoce quién lo sostiene y a quién acudir, se siente uno confiado en el Refugio, uno sabe que Él es la fortaleza y pronto auxilio, que toda promesa es alcanzable. Que Él es quién pelea la batalla y no hay dudas en su mente, porque sabe que todo lo puede en CRISTO quien le de fortaleza… y que aún la muerte, como decía Pablo, será ganancia.

En ese momento de dudas y juicio el salmista ASAF DIJO: ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Te deseo más que cualquier cosa en la tierra. 26 Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre. Wow, qué manera de adentrarse en Dios y en uno mismo. Te aseguro que cuando uno tiene la certeza de que tiene a Dios, llega a la conclusión de que el haberlo encontras es el mayor tesoro que uno pudiera anhelar. Y llegar a una crisis con ese tesoro en el corazón permite llegar  a la conclusión de que valio la pena haber sacrificado viajes, aniversarios, y aun esas valiosas reuniones familiares. Uno sabe que está completo. 

Si hoy estás afligido o confundido o en prueba, ven… entra al santuario de gracia en oración… Él es quien nos hace el valor del gran tesoro. Tenerlo a Él es tenerlo todo. Si tú hoy te encuentras en una crisis financiera, de salud, de algún anhelo de tu corazón y no conoces a JESUCRISTO en su escencia de amor, yo te invito que cierres tus ojos y le digas de lo más profundo de tu corazón. JESÚS… quiero conocerte, quiero vivir tomado de tu mano. Si clamas a Él con un corazón sincero, ¡tienes asegurada tu salvación eterna! Él nos regala al Espíritu Santo y por ende entramos a las promesas de transformación.

Si tenemos a Jesucristo, valoramos nuestra salvación y entonces nos damos cuenta… que si lo tenemos a ÉL… hemos encontrado el gran tesoro – ese que hemos buscado toda la vida. Salmo 73: 25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Te deseo más que cualquier cosa en la tierra.Mi confianza está puesta en Ti.